
Durante la semana, los clubes debatían en reuniones de estas que, seguramente, sirven de bien poco por bien clarito que le pongan por delante el papelito al que llega convencido de algo, acerca de los acuerdos sobre la televisión para los próximos años.
Cerriles y aferrados al pájarito en mano, la mayoría suscribieron un acuerdo que cercena para los próximos años la competitividad de la Liga, esa competición que igual que nos falta como el comer en verano parece, o parecía, que nos da la vida durante los fines de semana invernales. Aunque cada vez menos.
Para terminar de dejar claro el futuro de la competición, el sábado terminó por poner en bandeja los argumentos a los que pensamos que la Liga se nos está muriendo. A las seis, Villarreal y Valencia plantean un partido de poder a poder, dos estilos de juegos diferentes entre dos equipos similares y de los que se nos llena la boca diciendo que quizás... que a lo mejor... que si esto o si lo otro... igual no quedan a 20 puntos de los líderes. El derbi valenciano acaba en empate.
A las ocho empieza un partido doloroso en Almería. Soy de los que piensa que lo fundamental en una Liga es que no la gane el Madrid, así que firmaba la victoria del Barcelona antes que cualquier otro resultado, aunque reconozco que un empate o una derrota azulgrana no me hubiera desagradado. Llego tarde a casa para verlo, entrando en el garaje marca Messi el primero, cuando subo y enciendo la tele ya van dos y, después de la visita al baño, ha caído el tercero. Todo esto sin tener la impresión de que los chicos de Guardiola se estuvieran esforzando, poco más o menos que metían los goles porque no les quedaba más remedio. En definitiva, un 0-8, un resultado que no se veía en Liga desde hacía 50 años y que, auguro, se va a empezar a ver más a menudo.
El tercer pase de la sesión sabatina es un Madrid-Athletic. Uno de los clásicos de la Liga de todos los tiempos. Tradicionalmente difícil para los blancos, los vascos solían plantar batalla en partidos de esos aguerridos, con los ingredientes del barro, las patadas, las tarjetas, los marcajes, la dureza, el físico, los goles... La primera mitad parecía lejos de aquello pero, al menos, comprable. En la segunda los blancos, sin despeinarse, le meten 5 a todo un grande como el Athletic. Al Dépor fueron seis, al Málaga cuatro, al Racing otros seis... y todo eso, al menos según mi parecer, sin mostrar un fútbol espectacular.
Sólo hace unas semanas, el Barcelona le mete a otra de las alternativas otra manita en casa sin despeinarse.
Así, caminamos hacia una Liga que, sin su ingrediente más importante, la competitividad, será sosa, tediosa, difícil de tragar y, en definitiva, incomestible.
La Liga se muere, y mientras algunos tratan de salvar esa competitividad, otros meten la cabeza en el suelo como los avestruces y se venden por cuatro perras sin analizar que en Inglaterra, donde los equipos son cada vez más potentes, el reparto del dinero televisivo es tan equitativo que el que menos cobra percibe más que el cuarto que más lo hace en España.
Y los chicos bailándole el agua a la avaricia de los gigantes y pagándole esos fichajes que, en cada enfrentamiento, le hacen cinco.
QEPD la Liga que yo conocí de chico, en la que todos importaban, desde el oviedista Jerkan al madridista Míchel. La de la incertidumbre de los resultados, la del Deportivo de La Coruña jugándose un campeonato dos años después de ascender, la del Atlético de Madrid y su doblete, la de las dos ligas del Valencia o la de la cagada de las dos últimas jornadas de la Real Sociedad.
Lástima. Al menos nos quedan bonitos partidos de ligas más igualadas. El domingo por la mañana difruté mucho viendo un Betis B-Melilla con dos equipos que tratan de jugar la pelota e imponerse a sus iguales con buen fútbol.
Un saludo
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