De Rafael Ariza


"Se nos ha ido el mejor".

Esa frase que me han referido varios buenos amigos en las últimas horas aún resuena en mi mente.

Me sorprendió la noticia en el coche, saliendo de Sevilla destino a Córdoba y aún no se me ha quitado el nudo de la garganta.

De él es difícil decir algo que no se haya dicho. Grandísimo, inimitable y único como capataz. Mejor aún como persona. Sevilla ha perdido al último eslabón entre los costaleros antiguos y los contemporáneos, una persona que aún podía contar su visión única y más que autorizada de cómo fue aquella transición de la que muchos hablan y pocos saben.

Sin dudarlo, me quedo con una imagen de él que se repetía casi en cada ensayo, desarmá, retranqueo o convivencia.

Rafael esperaba sentado los prolegómenos debido a su edad, y nunca olvidaré la estampa de verlo rodeado de sus costaleros, agachados la mayoría de las veces, escuchando la sapiencia de uno de los grandes. Por allí pasaban muchos, de toda condición y edad, desde los que casi ni recordaban su vida sin aquel Ariza como su apataz a los que empezábamos y, con celeridad, nos imbuiámos de ese aura especial que tenía el decano de los capataces.

Recuerdo que me contaste en algunas de esas veces que te requerí para asuntos periodísticos que la primera vez que tocaste un martillo te veían desde el balcón Manolete y Arruza, los grandes de la época.

Seguro que si hubieras sido torero aquellos no habrían pasado de ser matadores de tres al cuarto a tu lado.

Orgulloso de haber trabajado contigo como costalero, pero sobre todo de haberte tratado y conocido.

Yo, de Rafael Ariza.

Descansa en paz, CAPATAZ.

Un Saludo

P.D: Foto de Luis del Campo.

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