
Lo único bueno que tiene la tarde del Domingo de Resurrección es que comienza la temporada taurina en Sevilla. Y si encima tienes entrada, pues mejor que mejor.
Y es que la corrida del Domingo de Resurrección tiene mucho de especial. En el ambiente flotan las ganas y la ilusión de empezar una temporada de la que se suele esperar mucho y al final no da tanto. Por la Puerta del Príncipe son decenas las caras conocidas, y una vez ya dentro, no cabe ni un alfiler en la preciosa plaza de la Maestranza.
Los inicios de la corrida parecían una continuación de la decepcionante temporada pasada. A la primera, un toro que se cae y es devuelto, un deja vu. No es que los demás arreglarna la situación, pero al menos cuarto y quinto se dejaron y para toreros como Morante de la Puebla y José Mari Manzanares es más que suficiente. Miguel Ángel Perera tuvo que lidiar el peor lote, que no sólo fue malo sino que encima el último desarrolló hasta peligro.
Los Daniel Ruiz cuartos y quintos tampoco es que valieran mucho, pero Morante en su segundo desarrolló una faena con muchos destellos artísticos que remató de malísima estocada. Ya se sabe que es mejor caer en gracia que ser gracioso, y bajo mi punto de vista el de la Puebla es el diestro que más en gracia cae del escalafón.
Pese a lo que leo en todos sitios, para mí el gran triunfador de la tarde fue Manzanares. Que instrumentó al quinto una faena cuajada y redondísima basada en unas series de derechazos muy ligadas, muy largas y muy templadas. Para colmo, le recetó un estoconazo de cuidado, igual que a su primero, que le hizo valedor de esa oreja conseguida.
Al menos, se arregló la tarde y mi segundo Domingo de Resurrección en la Maestranza no fue tan desilusionante como el primero.
Qué siga la fiesta.
Un Saludo
Y es que la corrida del Domingo de Resurrección tiene mucho de especial. En el ambiente flotan las ganas y la ilusión de empezar una temporada de la que se suele esperar mucho y al final no da tanto. Por la Puerta del Príncipe son decenas las caras conocidas, y una vez ya dentro, no cabe ni un alfiler en la preciosa plaza de la Maestranza.
Los inicios de la corrida parecían una continuación de la decepcionante temporada pasada. A la primera, un toro que se cae y es devuelto, un deja vu. No es que los demás arreglarna la situación, pero al menos cuarto y quinto se dejaron y para toreros como Morante de la Puebla y José Mari Manzanares es más que suficiente. Miguel Ángel Perera tuvo que lidiar el peor lote, que no sólo fue malo sino que encima el último desarrolló hasta peligro.
Los Daniel Ruiz cuartos y quintos tampoco es que valieran mucho, pero Morante en su segundo desarrolló una faena con muchos destellos artísticos que remató de malísima estocada. Ya se sabe que es mejor caer en gracia que ser gracioso, y bajo mi punto de vista el de la Puebla es el diestro que más en gracia cae del escalafón.
Pese a lo que leo en todos sitios, para mí el gran triunfador de la tarde fue Manzanares. Que instrumentó al quinto una faena cuajada y redondísima basada en unas series de derechazos muy ligadas, muy largas y muy templadas. Para colmo, le recetó un estoconazo de cuidado, igual que a su primero, que le hizo valedor de esa oreja conseguida.
Al menos, se arregló la tarde y mi segundo Domingo de Resurrección en la Maestranza no fue tan desilusionante como el primero.
Qué siga la fiesta.
Un Saludo
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