
Cuando sólo nos quedan cinco días, y tras haber escuchado la última interpretación de nuestra canción de guerra, no me queda otra que rendirme a los pies de mis compañeros. De desmonterarme ante esa novena de oro que, bajo el Señor de la Eucartistía, sabe bien de demostrar a Almería lo que es un COSTALERO en mayúsculas.
Porque esos ocho afotunados somos todos uno: Jordi, Polo, Eloy, Maki, Toni, Juanan, José Carlos o yo, lo mismo da quien esté fuera o dentro que la novena estará ahí para responder siempre con aún más oficio del que se le pueda pedir.
No se trata de desprestigiar, sólo de alabar, animar y agradecer a mis compañeros de palo el hacerme sentir tan a gusto bajo un paso, en un ambiente excepcional y con un personal que bien sabe de zancos, fijadores y corrientes sin rechistar. Lo que allí importa es ayudar siempre al compañero.
Hoy, tres años después de haber ingresado en esa trabajadera, me siento tan orgulloso como afortunado de ser los pies del Señor de la Cena, de vivir bajo él la calle Ricardos, o de mover de vez en cuando un zanco que, visto desde abajo, pesa unos cuantitos de kilos entre respiradero, canasto, candelabro y San Pedro.
Y es que hay una cosa clara, en la novena de oro hay que morir, porque yo no digo que seamos los mejores, pero mejores que nosotros...
Todo tiene su momento...
Gracias, y a partirlo.
Un Saludo
Porque esos ocho afotunados somos todos uno: Jordi, Polo, Eloy, Maki, Toni, Juanan, José Carlos o yo, lo mismo da quien esté fuera o dentro que la novena estará ahí para responder siempre con aún más oficio del que se le pueda pedir.
No se trata de desprestigiar, sólo de alabar, animar y agradecer a mis compañeros de palo el hacerme sentir tan a gusto bajo un paso, en un ambiente excepcional y con un personal que bien sabe de zancos, fijadores y corrientes sin rechistar. Lo que allí importa es ayudar siempre al compañero.
Hoy, tres años después de haber ingresado en esa trabajadera, me siento tan orgulloso como afortunado de ser los pies del Señor de la Cena, de vivir bajo él la calle Ricardos, o de mover de vez en cuando un zanco que, visto desde abajo, pesa unos cuantitos de kilos entre respiradero, canasto, candelabro y San Pedro.
Y es que hay una cosa clara, en la novena de oro hay que morir, porque yo no digo que seamos los mejores, pero mejores que nosotros...
Todo tiene su momento...
Gracias, y a partirlo.
Un Saludo
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