
No encontré una foto mejor para ilustrar este post. Quizás uno de los días más felices que allí pasé, con buenos amigos y en sevillismo, aquel 10 de mayo fue quizás el ecuador de mi estancia allí.
Ayer cerré por última vez la puerta blanca que daba a ese pasillo que todos deciáis que parecía un hotel. Esa puerta blanca con un clavo que nunca supimos que función tenía.
Hoy, ya han pasado siete años desde aquel día en el que, por primera vez en mi vida, entraba en otra casa distinta a la familiar sabiendo que esa también sería mi casa. Recuerdo con claridad mi primer día solo en Sevilla, mi camino hacia Reina Mercedes en autobús escuchando el disco en directo que Manu Chao acababa de sacar. Ayer me sorprendí a mi mismo, en el epílogo de mi estancia en San Jacinto, camino de Reina Mercedes en mi coche y escuchando, casualidades de la vida, el último disco en directo que Manu Chao, sí, acaba de lanzar.
Mentiría si dijera que no se me hizo un nudo en el estómago al salir de allí, nudo que durante este último mes se apretaba día a día mientras las paredes se despejaban, los armarios se vaciaban y algunos muebles tomaban otro camino.
Me voy de San Jacinto, parece mentira. No me cambio de barrio, y es que mi nueva calle compite con la anterior a ver cual es más trianera.
Atrás quedan siete años de recuerdos, estudios, ratos en compañía, amores, desamores, dudas, alegrías, partidas al Pro, tertulias cofrades, partidos de fútbol... en definitiva años que oscilan entre los 18 y los 25, quizás los que forman nuestra personalidad para un futuro y, seguramente, los más recordados por todos los que ya los han pasado.
Y además, atrás quedan muchas presencias y muchas pernoctaciones. Creo que cerca de 100 personas han dormido allí alguna vez y me gustaría que, entre todos, fuésemos capaz de recordarlo. Por tanto, espero que todo el que alguna vez se haya echado en el sofá, en un colchón en el suelo, o haya tenido la suerte de dormir en una cama con sus patas y todo firme un comentario en esta entrada.
Cerrada la puerta blanca del tercer piso, no queda otra que mirar hacia adelante y seguir paso a paso con una vida compuesta en gran medida por aquellos años que viví en San Jacinto.
Y aún sigue el nudo...
Un Saludo
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