Dos meses sin volver a mi tierra era mucho tiempo, y eso ayuda a darse cuenta de que hay cosas de las que no se puede renunciar.
Mientras toda España se moría de frío y cuando a tan sólo 20 kilómetros había nieve, yo paseaba el pasado viernes en camiseta de manga corta por el Paseo Marítimo alcanzando a ver con mis propios ojos las blancas montañas.
Hay cosas de Almería que no tienen precio, y quizás la mejor forma de valorarlas sea estar fuera durante un tiempo: el sol, el clima, el mediterráneo, la gente, el habla, las tapas, las cervezas, los bares, el pescado...
Hoy me quedo con una mañana soleada de invierno en el Paseo Marítimo.
Es duro, pero merece la pena.
Un Saludo
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