Visca el fútbol


No siempre es campo de injusticias ese tapete verde de un hectómetro de largo en el que juegan 22 deportistas y millones de ilusiones, aunque lo sea en infinidad de veces. Lleva ya una semana rindiéndose a la evidencia de un grupo de once muchachos vestidos de azulgrana que dignifican el deporte que les da vida, el fútbol es justo con el mejor equipo que jamás hemos visto muchos.

Hubo un día en que el noble arte del balompié eligió. Eligió que ya estaba bien de racanear y de agarrarse al clavo ardiendo de la potra-coña-suerte o como bien querais llamarlo, y se enamoró de quien acaricia el balón, del que lo trata bien y apenas lo eleva para que sienta el cesped lo más cerca posible, del profeta de gol. De aquellos que se cosen la pelota al pie y no dirigen sus patadas al rival sino al esférico para hacerlo besar las redes de esos campos de Dios.

Se hartó de cagómetros, de remontadas inexplicables, de parcialidades, del solo argumento de la testiculina y de la mentira blanca dando un golpe encima de la mesa. Un golpe multiplicado por seis que aún no han sabido encajar desde la capital, especialmente aquellos que volviéndose del azul de su otrora segunda camiseta ayer se sentó en el sofá con el firme propósito de pasar página y, obviando sus carencias y miserias de rico venido a poco, ver caer a aquel que dignifica el deporte. Hoy, en sus medios oficiales, casi se les pasa que esos muchachos de azulgrana están cada vez más cerca de conseguir una gesta inigualable e histórica.



Por que sí, ayer, esos que se sentaron en su sofá con sed de que acabara el sueño del fútbol se acostaron con la misma cara que el sábado, bueno, no creo que tanto. Porque de nuevo el fútbol eligió a aquel que lo dignifica, encarnado en un chaval de un pueblo de Albacete que pocos seríamos capaces de encontrar en un mapa. Un tal Andrés Iniesta que enamora al fútbol y quiere al balón como nadie, éste le correspondió y se metió por la escuadra de un checo muy alto llamado Cech, un checo que guarda el marco de unas huestes azules que renuncian a él, que no juegan al fútbol si no a todo lo contrario en el mismo escenario que el que sí lo hace.

Aquel holandés que hoy llora cuando no nos dejaba en 2002 en un país del lejano oriente, aquellos que nada dijeron hace unos años cuando fueron ellos los que pasaron de ronda mientras agarraban a uno de los dos porteros que jugará esta final, aquellos que año tras año renuncian al juego teniendo los mejores mimbres para ello. A penar sus culpas en el limbo de la eliminación, donde les esperan desde hace semanas aquellos que cambiaron blanco por azul en valde.

La Copa de Europa será para el fútbol.

Visca el Fútbol.

VISCA BARÇA

Un Saludo

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