Fútbol, política y la rojigualda


Lo que no consiguen los políticos lo consigue el fútbol.

O a
l menos eso es lo que se da a entender tras la última Eurocopa ganada por la selección española de fútbol.

España es un país con más de 40 millones de españoles -tan diversos que hay hasta quien, respetablemente, no quiere serlo- en el que los prejuicios, alimentados por parte de unos y de otros, ha relacionado la bandera rojigualda con un solo signo político. Pero resulta que un grupo de futbolistas jóvenes, españoles modernos nacidos en democracia, procedentes de casi todas las regiones españolas incluidas las históricamente nacionalistas, han conseguido cambiar la tendencia.

Como decía, españoles somos todos y así ha quedado demostrado. Ya no hubo miedo a ondear una bandera rojigualda por las calles, de colgarla en los balcones o de adornar los coches con ella sin ser tildado de algo. No h
abía más remedio y era lo que pedía el cuerpo a millones y millones de españoles.

Porque, como decía, españoles somos todos y España es de todos, no sólo de los que presumen de ello con banderitas en polos, cinturones o pulseras, votan a una corriente política y añoran tiempos del pasado. Tampoco los que son opuestos a estas posturas dejan de ser españoles, ni tampoco los que se consideran antes de la comunidad en la que vive que de su país.


Y es que la
bandera rojigualda lleva ondeando en nuestros mástiles desde 1785, con el único paréntesis de la primera república. Si está ahí antes de la Revolución Francesa, si fue la que ondeaban las columnas y guerrillas durante la Guerra de la Independencia, si era la enseña de la I República... ¿Por qué ahora iba a ser esa bandera propiedad sólo de algunos? Algunos que incluso se ofenden al ver en las manos de sus 'enemigos' la bandera que se apropiaron cuando se trata de celebrar el éxito del país.

Está visto y comprobado, sobre todo en estos últimos días, que los políticos, dentro de su ineptitud, sólo consiguen el confrontamiento entre las 'dos españas', un concepto que ya debía haber quedado enterrado entre los ciudadanos de este país y que sólo los políticos se encargan de alimentar, pues no sólo interesa hacer amigos, sino también señalar rápidamente a los enemigos, a los del otro bando, unos bandos que ya ni existen y que son sólo utópicos.

Pero también está claro que hay algo que nos une a todos, desde el emblema Ermua (ver El Mundo del lunes 30 de junio) hasta Santa Cruz de Tenerife pasando por Madrid, Barcelona, Sevilla, Almería o Ayamonte, porque esta España es de todos y no de unos pocos según su procedencia.

Y ese algo es un deporte en el que diez jugadores de rojo y un portero corren tras un balón defendiendo el orgullo de todos.


No sólo nos ha dado alegrías en forma de victorias, sino que, después de casi un siglo, ha logrado reunir de nuevo a todos los españoles en torno a ella. En torno a la bandera patria, la rojigualda, la bandera de todos, desde el primero al último.


Larga vida al fútbol.


Un Saludo

P.D: ¿O es que acaso alguno de nosotros cambiaría vivir en España por hacerlo en cualquier otro lugar?

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