Un peonazo de confianza


Como un entrenador, como cualquier deportista, como un seleccionador o como un capataz, cualquier persona que desempeña un trabajo en grupo siempre se siente más arropado con alguna persona en especial a su alrededor.

El otro día venía pensando que yo, como costalero, tengo la fortuna de contar cerca mía con un gran peón. Nacido en Barcelona, con nombre catalán y heladero en Adra, un DNI que podría dar lugar a cualquier cosa menos a un costalero. Pero si en Almería hay una persona que encarne la definición de esa palabra ese no es otro que Jordi Montes Pomares.

Recuerdo perfectamente cuando arribó junto a los locos de la Cena, de esto hace ya cinco domingos de ramos. Desde entonces siempre he tenido la seguridad de hacer mi trabajo limpiamente porque Jordi andaba alrededor, detrás durante cuatro años. Este último venía al lado. ¿Te acuerdas Jordi de aquel relevo de 2004 antes de entrar en el Paseo donde cogiste el zanco por vez primera? ¿Recuerdas que no dejaste levantar a todos los de alrededor?

En muy poco tiempo te hiciste con el cariño y el respeto de todos. Siendo como eres fue fácil, amable, cariñoso, respetable y un trabajador nato bajo la novena trabajadera del Misterio del Domingo de Ramos.

En no mucho tiempo decidiste dar el salto a Sevilla. Me enorgullece ser en parte responsable de que semejante costalero pise las calles hispalenses bajo un paso, y no cualquier paso, sino la catedral andante que es el de María Santísima de la Concepción. Y tampoco en un sitio cualquiera, a mi lado. Fijando el costero izquierdo de la quinta, justo debajo del San Juan. Esa ilusión que desprendían tus preguntas cuando pudimos sacar juntos por primera vez semejante mole desde San Antonio Abad se me contagió con facilidad. Eres de los que se merecen dar la cara por él, porque si como costalero es seguro su respuesta, no lo es menos como persona.

También, aquella tarde de septiembre en que unos cuantos escribimos una página dorada de la historia costalera de Almería, al pasear el palio del Consuelo como nunca nadie había sido capaz, eras tú el que estaba a mi lado.

En mi opinión, y no creo equivocarme, tengo la suerte de contar cerca mía con el mejor costalero de Almería. Fuerza, oficio, técnica y carisma se aunan en este hombre que domina el zanco izquierdo de la Cena casi al mismo nivel que el limón granizado, el mejor que nunca probé y probaré.

Eres un grande, pero sobre todo como persona. Sólo el hecho de saber que estabas tú delante de un paso aunó a una treintena de costaleros que muchos de los que se la dan de grandes capataces suspirarían por tener, sólo porque "con el Jordi hay que morir". Lástima que aquello no saliera adelante, hubiera sido una página más que escribir con tu significada presencia.



Recuerda siempre que en la Cena se te quiere, y cuida de que Paulita, cuando sea ya mayor y por fin haya superado su problema, se acerque cada Domingo de Ramos a ver como su padre sigue con el pecho fuera y las patas tiesas, pudiéndole al misteriazo que sale de San Pedro con la categoría y la clase que sólo los grandes tienen. Cuida también de que Juan Antonio sea tan costalero como tú cuando quiera serlo, si esto fuera genético seguro que tendríamos asegurado un futuro peonazo. Cuida de tu magnífica familia.

Y cuida de mí cuando saque un paso a tu lado.

Un Saludo

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