La grandeza Macarena

No suelo comulgar demasiado con "José Cretario" pero este texto, que he podido leer en el blog de mi bético amigo Jorge Ponce, es digno de ser copiado en todo blog con algo de temática cofrade.




Primer golpe: La Macarena



La Esperanza es la Virgen de los cuadros de los puestos que colgaban los pescaderos y carniceros del Mercado de la Feria de la plaza pegados al los mitos de la revolución.



Es la Virgen de la leyenda que dice que sus hermanos del XIX le quisieron colocar el gorro frigio en lugar de corona cuando se proclamó la primera República. Es la de la estampa que escondían en la cartera los comunistas vecinos de San Gil, San Marcos o San Julián, la Virgen a la que iba a ver aquel anarquista sin credo para pedirle por la salud de su madre, consumida por las fiebres en algún corral de los callejones, porque también para ellos, como para los demás, cuando todo se termina, siempre queda la Esperanza. Es el perfil de esa Dolorosa que venía en las cajas de los mantecados El Mesías. Convenientemente recortado y enmarcado, presidía con la solemnidad de la pobreza las habitaciones de aquellos refugios de casitas bajas del Polígono.



Es la misma Virgen a la que Federico García Lorca vino a ver en 1922-“maravillosa Macarena”-. La misma a la que le cantó Alberti cuando llegó del exilio: “Dejame esta madrugada, secar mi llanto en tu pena, Virgen de la Macarena, llamándote camarada”, la misma ante la que se emociona Antonio Gala al verla venir de vuelta a la altura de Montesión “con las ojeras y ese rostro de mujer cansada, con ese andar de tacones doblados…”, la que subyuga a Eduardo Saborido, la que enamora a Pepe Caballos que trabaja tan cerquita de su Basílica, la que emociona a la familia del Alcalde y al mismo Alcalde que reconoce su adn macareno.



Es a la que va a ver Chaves o Carmen Romero desde el balcón de la calle Parras de la casa de Pavón en el que Pastora Soler le canta saetas. La asalariada de la compañía de Juanita Reina que cobraba un sueldo por cada función, la que bajó de su altar para que la viera Eva Perón, la que José Luis y José Victor, Victorio y Luchino definen como la mujer más elegante del mundo, la que recibe a diario el avemaría de La Esmeralda, la que va a buscar cada año María Galiana cuando llega a San Juan de la Palma. La Esperanza es la Virgen de la foto que el director de cine, comunista, ateo, Michleangelo Antonioni, tuvo en la cabecera de la cama cuando fue operado de un tumor. No estuvo en la guerra. La quisieron quemar viva pero se escondió. Y cuando se esconde no lo hace en palacios reales ni en mansiones imponentes, sino en el dormitorio de su limpiadora, que esa noche le dejó la cama. Postdata. Le dedico estas líneas a Luis León y a todos los macarenos que, dispuestos a dar la vida por Ella, le ha rezado a La Esperanza esta semana por quienes convierten la ignorancia en odio.





Dedicado a los desmemoriados, a los que nunca la tuvieron; a los que se sienten diferentes pero sólo son clonados; a los que se tragan todo lo que le cuentan; a los que no saben ni de lo que dicen que saben; a los "modernillos", a los estúpidos; a los borregos, a los que van donde Vicente; a los irrespetuosos, a los que piden pero no dan; a los revolucionarios de tres al cuarto, a los comunistas de mentira; a los fetiches del consumismo, a los que quieren ser los que no son; a las personalidades falsas, a los de la ley del embudo...


A todos aquellos a los que una gran Esperanza Macarena seguro que guarda y perdona.


Un Saludo

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